viernes, 1 de febrero de 2013

Di-vagar

Y querer dormir con amapolas se hace tan absurdo cuando entiendes que la vida y el mundo está hecho de cien años de soledad, cuando entiendes que el final es todo lo que esperabas junto de una sola vez y cuando creer que quieres lo que tienes, pero es sólo que te estás dando vueltas y que en realidad la televisión y el computador simplemente están prendidos, siempre están prendidos, porque es más sencillo vivir con aquel ruido de fondo, buscando aquella conversación en el chat, que teniendo que soportar la incertidumbre del viaje que se deshace, del dinero que no existe y de los mil deseos que sólo son deseos por esta noche y se quedan en contarlo y pensar y añorarlos hasta que ya no den más lo parpados, ni sigamos forzándonos a estar despiertos, y caigamos de una vez por todas a volver a cama y ahí sentir la realidad, la realidad que sólo permitimos que se nos haga presente en los segundos que dejamos antes de dormirnos y que el cansancio que hemos acumulado nos pegue un golpe y nos vuelva a salvar la vida.

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