viernes, 23 de noviembre de 2012

De noches.

He vuelto a estas horas de la noche. Son estas horas de la noche en que los sentimientos son aquellos otros sentimientos, sino más bien los mismos que los de aquellas noches. Esas noches que se olvidan de las buenas noches. Porque el tiempo pasa y vaya que ha pasado. Porque el cuerpo ha cambiado y el corazón parece que sólo puede madurar. Pero de que se siente, se siente igual. Porque los duendes no son mucho de andar por la noche y más bien te quedas con las vueltas que se pone a dar la mente y el corazón que sólo la sigue, sintiendo y dando vueltas a cada momento por muy lento o rápido que se pase.

Hemos vuelto a estas horas de la noche. Hemos vuelto a estas noches que se suponen de estudio. Estas noches que parten por estudiar, pero terminan por otros lados. Lados que ni siquiera pueden ser lados, porque más bien a veces son redondos y sin rincones. Y vaya que sólo los rincones son buenos para quedarse un rato de piernas y brazos cruzados, abrazados a si mismos, con el calor por dentro y el frío que a veces llega por la espalda. Porque sea cual sea la noche, siempre quiere llegar el frío, el frío que abraza y que al menos hiela algo por ahí, sino las rodillas. Las rodillas que son las mismas. Son las mismas de aquellas noches.

Las rodillas que son las mismas que se helaban en esas noches que nos quedábamos a estudiar y ahogados en el sentir nocturno, nos poníamos a escribir.

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