lunes, 6 de diciembre de 2010

La ciencia del sueño.


Es que podemos dormir. Es que podemos sentir el frío azulado medio escarchado del campo a medio derretir con el sol de invierno que apenas da señales de que quiere salir por el oeste. Es que en esa isla, jugando con el arena entre los dedos, podemos sentir la tibieza de esta y dejarnos estar. Es que podemos estar ahí, tranquilos. Es cada segundo que estamos tapados por la sábanas siquiera. Es cada vez que la posición es más que fetal. Es cuando el calorcito es parte de nuestro cuerpo y nuestra mente se guarda en sí misma. Es que es como si estuvieramos, pero no estamos y realmente estamos donde debemos estar, siendo quienes somos, sin que haya ningún problema en que seamos lo que nos corresponde, porque al fin, la teoría del caos se apodero un poco de éste y de aquél, y el resto no es más que las neuronas haciendo y deshaciendo sinapsis sin que nadie las jusgue por lo que consiguen. Porque esta vez la maquina del tiempo ya no está rota, los dedos parecen salchichas frente a los ojos, los ponis de juguete puede galopar frente a nuestros ojos, todo está bien y todo el amor del mundo es real. Infinitamente real; donde viven los soñadores.

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