sábado, 4 de diciembre de 2010

Otra noche.

Necesitas del otro. Es eso.
Necesitas que alguien te toque para despertar
y abrir los ojos.
Lo necesitas. Esperas, en silencio.
En profundo silencio.
No te das cuenta, pero
esperas.
Los ojos cerrados simplemente son
la impaciencia escondida, el temor agazapado, la ansiedad sigilosa.
Y estás ahí, te mantienes ahí, en espera, esperando,
con los ojos cerrados, con el corazón abierto y con la esperanza
de que llegará aquél que con su tibieza
acabará con tu letargo.

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