domingo, 12 de abril de 2009

Historias animadas de ayer y hoy.


Y es que siempre me pasa.
Siempre, cada vez que siento que no terminé algo, que hay algo que no se dijo, que verdaderamente no quedo conclusa aquella conversación, me da aquel sorprendente repudio por el dormir. Trato de alejarme de la cama, me escapo del sueño y evado de todas las maneras posibles la relación con el hecho.
Recuerdo que cada vez que lo llamaba, detestaba que me dijese "buenas noches". Y es que cómo podía decirlo, cómo podía llegar a creer que verdaderamente tendría unas buenas noches, siendo que aquello que me oprimia el pecho durante meses, nuevamente no estaba concluso. Cómo podia despedirse y de esa forma.
Y ahora es lo mismo. No quiero dormirme, no quiero que se acabé el día. Me deprime sólo un poco más el pensar que pasó un día más en el que no pude hacer nada para que aquel problema dejase de estar inconcluso.
(Lastima que ya no es hora)

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