miércoles, 29 de junio de 2011

Chicleza











Creo que esto de leer tanto y crear nuevos conceptos en mi mente, a veces me confunde y me cuestiona sobre la real utilidad (moral) de esto en mi. O sea, será realmente esto bueno para mi, me es provechoso. Siento más bien que mi mente se amplia y no sé, a veces me da miedo, porque, ¿hasta dónde podría llegar?
Realmente mi cabeza parece chicle y a veces creo que con todo lo que a veces pretendo estirarla, más que ganar positivos, voy a terminar por lograr que el chicle se corte.-

martes, 28 de junio de 2011

Algo sobre la madrugada.


Mientras escucho a The Smiths, no puedo dejar de cuestionarme esto del horario nocturno. No nos hace bien, ya está claro, pero vamos que nos hemos acostumbrado y como parece ser a esta hora un poco la vida del escritor que llevamos dentro que la de nosotros mismos, la que se expresa a cada instante. Música, letras y las ojeras permanentes, porque ya no crecen, ni desaparecen, en la misma medida en que estamos completamente acostumbrados a estar a estas horas de la madrugada. Porque el bohemio es noctámbulo, pero el noctámbulo lo siente más y está más solo; algo así como con el silencio, su propio silencio y tan sólo todo lo que el decida que lo acompañe. Pega de solitarios dicen algunos, me suena más a trabajo de egoísta o soberbios, que lo único que saben es decidir ellos mismos, por si mismos y no le importa mucho el resto, mientras ellos puedan estar con lo que si mismos quieren.

sábado, 25 de junio de 2011

Ay, puta, qué te quiero tanto !


Es loco, más bien in-creíble. Sí, en el mismo sentido en que parece que no queremos, en el mismo tiempo y el mismo espacio, ese en que creemos nos convertimos en un ermitaño, parece que basta con que volvamos a oler el color del sol, para que las cosas cambien. Y es como que las costillas fueran a abrirse, el diafragma fuera a reventarse y todos las viseras pectorales fueran a brotar.

lunes, 20 de junio de 2011

No me cabe duda.

Estuve leyendo. A propósito de libros y de estrenos. Y vamos que encontré un texto de mi procedencia que encontré bastante bueno. Es algo así como el inicio de un libro que nunca he terminado (creo que con suerte lo comencé, porque para ser sincero incluso había olvidado su existencia). De todos modos, me gustó mucho, como estaba escrito y todo aquello que planteaba como trasfondo. Aquí se los dejo.

No me cabe duda. No me alcanza la razón para siquiera preguntármelo, pero debemos de hacerlo. Es pertinente. Acaso han oído hablar de cuando uno termina la vida. De esos momentos que terminan por ser lo últimos momentos. ¿Lo han escuchado? Les suena siquiera en la conciencia o quizás les retumba en el inconsciente la idea de esas conductas finales.

Es acerca del final. De los pasos gloriosos al abismo. Son los microsegundos en que el sol comienza a eclipsarse, pero sin que aun nadie lo note. Es el aliento final, el suspiro del adiós. Son los capítulos terminales de un libro que nadie sabe que va a acabar. Son las últimas páginas sin ese roce secreto que encierra el fin. Hablamos de los dedos que acarician las notas que salen del piano, dando por terminada una magnífica sinfonía; una sinfonía que necesita de unos minutos de silencio, para aclarar que ya ha entregado sus últimos compases.

¿Y ahora, ya les suena? Pues bien, de eso trata. Sobre la última mirada aérea que Dios tiene de nosotros. Vengo a hablarles –más bien a escribirles- acerca de una muerte que se aproxima. De una muerte sigilosa, que nadie ve venir, pero que luego de que ha llegado, nadie duda de que todo estaba calculado. Pues, ¡vamos!, el destino atenta. Y no es que exista el destino, pero no hay nada, nada, absolutamente nada que me haga creer en las casualidades y por el contrario, vaya que hay cosas que apunta a que todo calza como un rompecabezas de un millón de piezas que tan sólo Dios podría –y puede- armar.

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domingo, 5 de junio de 2011

¡Voy a publicar un libro!

¿Y si publico un libro? ¿Y si me pongo a escribir ahora mismo esa historia que siempre he tenido que contar? ¿Y si me dejo de preguntas y no pongo más límites a las palabras? ¿Dejo que las palabras caigan a chorrones? ¿A gotitas? ¿Y si empiezo por escribirlo ya? ¿Si de una vez por todo me decido? ¿tomo lapiz y papel o me acompaño por ese nuevo virtualismo que están cobrando las cosas? ¿Escribo bajo un árbol o en la tibiesa de mi pieza escuchando caer la lluvia?
Ya basta de preguntas y vamos a escribir ¡Voy a publicar un libro!