viernes, 30 de noviembre de 2012

Un cuento para ti y para la muerte

Voy a escribirte un cuento. Por lo que nos prometimos hace un par de meses atrás. Voy a escribirte un cuento de un príncipe o una princesa, aun no lo sé bien. Lo importante es que tendrá que morir tarde o temprano. A veces creo que lo único que nos unía era la muerte. O quizá más bien ese sentimientos que tú creías que yo entendía. Quizá muchos creen que entiendo mejor el dolor. No podría sentirme muy orgulloso de eso tampoco. Así que mejor voy a escribirte un cuento. Un cuento de un príncipe o una princesa que no tiene padres porque los encerró hace tiempo en torres ya olvidadas del castillo. Que los encerró porque a veces creía que le hacían la vida imposible y otras pensaba que también iban a morir. Y ahora no los va a buscar, porque tiene miedo de que estén muertos. Con suerte alguno no lo estará. Porque no es claro si los sirvientes le habrán dado comida. Pero no importa, yo aun así voy a escribirte un cuento. Un cuento por lo que nos prometimos. Porque todavía no llega ni la mitad y no sé si un cuarto, pero es seguro que en el cuento si ha de llegar. Tal y como llegan cada día a servirle desde que despierta a aquel príncipe o princesa del cuento. Le bañan, dan de comer, airean. Son sirvientes capaces de hacer todo lo que desee su príncipe o princesa. Y es que tendrá un poco de soberbia y tal vez un poco de frío. Imagino a veces que tiene el pelo ruloso y rubio. Le veo el ceño fruncido la mayoría del tiempo, sobretodo cuando le toca concentrarse. Y los sirvientes que lo miran sobretodo ahí, en esos momentos. Lo miran con algo de admiración embobada. En los momentos en que frunce el ceño y se olvida de que es todo un cuento. El cuento que nos debemos. El cuento que voy a escribirte. Por lo que nos prometimos hace un par de meses, un par de años o tal vez más. Un cuento por todo ese tiempo que no alcanzó a la mitad y con suerte a la cuarta parte. Porque ya te lo dije, a veces creo que lo único que nos unía era la muerte. Y cuando llegó, tal vez, quién sabe.

De corazones, vacíos, noches, mar y profundidades

Lo que pasa es que a veces dejo de sentirte cuando respiro. Y entonces, me pregunto, si acaso todo está bien.. 

Quizá lo que pasa es que a veces sencillamente te me escapas del corazón. Porque las noches se hacen más de noche y porque los ojos vuelven a entrever el color de la tierra. A veces sencillamente se me escapa de la manos y mis manos no parecen estar ni siquiera en lo más mínimo intentando atrapar el sol. Y es que con suerte pueden tratar de alcanzarte. Porque ya atraparte es imposible y si es que estás, hay gracia en verte. Porque te busco sabiendo que existes, que alguna vez habitaste mi pecho. Pero con el rostro ensombrentado parece que los delfines se transforman sólo en narvales y a veces, incluso manatíes. Y es más fácil nadar hacia lo profundo, donde está más oscuro, que correr a buscar aire. Porque si es que el aire no es de tritio es que ya estamos más profundo y la gravedad siempre tira hacia abajo. Y entre más abajo, más abajo aun. Salud!

viernes, 23 de noviembre de 2012

Imágenes

Aunque hace tiempo que no subo fotos, no es porque no quiera, sino porque me ha surgido más el texto y a vece sólo creía que las fotos iban por obligación, buscando ser un poco un gancho, un descanso, un agravo.. Pero no!, que ahora han luchado más las letras, les han tomado más el peso, el peso que tenían y antes no queríamos recordarlo o más bien lo olvidábamos porque tal vez eramos pequeños y más temerosos; porque los años si que han pasado y ya estamos más fuertes y más seguros de que lo estamos, porque ahora el aire se vuelve menos de tritio y las amapolas siempre siempre están ahí, aunque los girasoles no siempre tengan los lentes puestos y el verano sea por momentos una tormenta negra de invierno.

De noches.

He vuelto a estas horas de la noche. Son estas horas de la noche en que los sentimientos son aquellos otros sentimientos, sino más bien los mismos que los de aquellas noches. Esas noches que se olvidan de las buenas noches. Porque el tiempo pasa y vaya que ha pasado. Porque el cuerpo ha cambiado y el corazón parece que sólo puede madurar. Pero de que se siente, se siente igual. Porque los duendes no son mucho de andar por la noche y más bien te quedas con las vueltas que se pone a dar la mente y el corazón que sólo la sigue, sintiendo y dando vueltas a cada momento por muy lento o rápido que se pase.

Hemos vuelto a estas horas de la noche. Hemos vuelto a estas noches que se suponen de estudio. Estas noches que parten por estudiar, pero terminan por otros lados. Lados que ni siquiera pueden ser lados, porque más bien a veces son redondos y sin rincones. Y vaya que sólo los rincones son buenos para quedarse un rato de piernas y brazos cruzados, abrazados a si mismos, con el calor por dentro y el frío que a veces llega por la espalda. Porque sea cual sea la noche, siempre quiere llegar el frío, el frío que abraza y que al menos hiela algo por ahí, sino las rodillas. Las rodillas que son las mismas. Son las mismas de aquellas noches.

Las rodillas que son las mismas que se helaban en esas noches que nos quedábamos a estudiar y ahogados en el sentir nocturno, nos poníamos a escribir.

martes, 13 de noviembre de 2012

¿De amor sólo escriben los enamorados?

Me voy a enamorar de ti, para ver si esta vez me atrevo a tomarte la mano y salir a caminar por aquella plaza que aun escucha las notas de la banda sonora que hace años decidí ponernos para cuando pisáramos las hojas que el otoño botó de los árboles con la ayuda de una brisa tenue y suave. Aquella misma brisa que más temprano que tarde me empujará a tirarte sobre el pasto y besarte recostada, con los ojos cerrados para imaginar como nos elevamos juntos hacia el cielo que celeste y acompañado de nubes nos sonreirá desde lo alto. Tan alto como que va a llegar nuestro amor, cuando al fin nos miremos a los ojos, sin temor, uno frente al otro, sintiendo más que nuestro calor, nuestro roce, nuestro silencio, nuestro latir profundo con toda la emoción de sentir al otro y observarlo a través sus ojos, hundidos en nuestras almas, nadando más allá de nosotros mismos, nuestros pechos y nuestras guatas.