Azucar.

Azucar es lo que te entra por la boca con un sabor dulce, se disuelve poco a poco mientras avanza por el tubo digestivo y logra a veces que unas cositas llamadas endorfinas se liberen de su cueva, vean la luz, te hagan masajes y sonrías más fácil.

No sabes que escribir y eres escritor.

No saber que es escribir es algo más común de lo que parece. Pasa cuando duermes y cuando vas al baño, cuando cantas y cuando das un beso. Y aun así, puedes escribir. Porque lo importante es que después de todo, en los mismos momentos, en las mismas situaciones, con sin y todo lo demás, puede que sepas que escribir o no, pero las letras salen sin siquiera saberlo. Sencillamente salen. A veces incluso acabar mojando la cama.

Nunca más.-

-¡No voy a perderte! ¿Me oiste?

Dormitando.

Entrar en los brazos de Morfeo y perder la conciencia. ganar en la imaginación en la oscuridad que encierra la luz, como las estrellas que en realidad no brillan, pero que su luz aun viaja hacia nosotros y nadie nos ha contado que ya están muertas. Sueño. Sueños. La realidad de la que tus sentidos son dueños, de la que tus emociones se apoderan. La realidad donde la razón duerme sin razón alguna más que descansar y dejar jugar a los que día a día mengua... porque como dicen por ahí, cuando el gato sale, los ratones hacen fiesta.

Ojos pesados.-

Yo no sé bien lo que pasa, pero está aconteciendo que el sueño es mayor, que los ojos se ponen cada vez más pesados y que Morfeo se a puesto más quisquilloso. A menos que sea la hormona del sueño, voy seguir alegando al cielo, porque entre más necesito dormir, menos tiempo tengo con que contar. Y los ojos se caen cada vez más fácil producto de tanta arena.-

Querer.-

Un dos tres, yo no sé lo que quiero y a veces no quiero saberlo.

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