sábado, 19 de enero de 2013

Crónica

Desde que se fue mi abuela de la casa, las cosas son diferentes. Hoy en la noche, llegué y estaba todo apagado, no había nadie. No estaba ni mi hermano, ni mi abuelo, porque se fueron con ella. Y mi mamá, aun no se aparecía. La había llamado y no contestaba tampoco. Pasé entonces el rato escuchando música y cantando. Al rato mi mamá devolvió el llamado, estaba saliendo del trabajo. Era tarde, pero es trabajólica y ultra responsable. Yo volví a esperarla cantando y con la música de compañera. Cuando llegó venía agotada. Era de esperar. Se recostó, no había logrado comprar una bebida helada como había prometido, ya que la botillería estaba llena de jóvenes que preparaban el carrete. Que más rato íbamos, dijo. Todo esto nos dejó un par de horas más en sequía. Mi abuela había dejado el refrigerador vacío, abierto y desenchufado. Al menos mi mamá había traído maní tostado y mermelada casera para abastecernos. Pero nada para beber: ni jugo, ni bebida, ni nada que pudiera decirse siquiera algo frío para apalear el calor y la sed. Pasó el rato y a eso de las once de la noche, luego de un rato de charla al son de Kevin Johansen, decidimos ir a comprar. Mi mamá buscó algo de ropa para esconder el pijama que ya se había puesto. Salimos y en la botillería aun había fila, aunque esta vez más pequeña. Nos pusimos al final y debatimos qué comprar. Finalmente salimos con dos botellas. una de medio litro y otra de dos. La primera por gusto y la segunda para sobrevivir a la noche. Así, con los dos litros de bebida helada, bien helada, más el maní tostado podremos pasar la noche. Y mañana ya desayunaremos con la mermelada casera. Menos mal el domingo nos vamos a la playa a reencontrarnos con mi abuela y el resto de la familia que nos abandonó por este par de días, dejándonos en una lucha por la sobrevivencia.

jueves, 17 de enero de 2013

DANGER


Corazón ha vuelto a quedar en libertad